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La marca
05/01/2011
Apostar por las licencias es apostar por el futuro. Según nuestro experto en gestión comercial, Víctor Valencia, “la frontera entre ser adulto y eternamente niño es la marca, y esa frontera, si el objeto se adapta a nuestra edad, la cruzamos con facilidad. Cuando éramos niños no habían las cosas que hay hoy en día y ahora no estamos dispuestos a perdérnoslas por el hecho de haber crecido”.
Lo primero es lo primero, así que denominemos a las cosas por su nombre: marca del germano “mark”; frontera que delimita un territorio. Como se puede apreciar una marca es en si un territorio, en definitiva, si ese territorio tiene actividad económica, ese espacio equivale a un mercado “market”. Por lo tanto, una “marka” (y no es de “vallekas”) es un título para identificarse de forma exclusiva en el mercado.
Hace años el cantante Bob Dylan hizo una canción que se titulaba “El hombre dio nombre a todos los animales”, lo que implica la necesidad de ponerle una denominación a los seres vivos. Pero no contento con eso, el hombre también dio nombre a los objetos inanimados y también a otros seres vivos como los árboles (ésta no es de Bob Dylan), de lo que se deduce que el ser humano necesita ponerle nombre a todo.
Lo que ya existe está claro; lo tiene. Lo que no existe, en algunos casos los alemanes lo solucionan rápido y por la vía de la lógica, por algo inventaron la palabra “mark” para acotar y poner nombre a las cosas son únicos (avión en alemán = “máquina que vuela”, eso es precisión y lo demás es cuento).
Desde hace muchos años, y nos remontamos a los germanos en tiempo de los romanos e incluso antes, ya sabían que lo que no tenía una forma o contorno identificable que lo delimitase e identificase no era una marca. Por lo que podemos afirmar que lo que no tiene un nombre, no se puede pronunciar, y por tanto no se puede delimitar. La licencia no es otra cosa que una delimitación de un mercado que nos pertenece y al que llegamos con precisión porque lo identifica y delimita.
La generación Peter Pan
Los que este verano tuvieron el valor de ver la película Niños Grandes (y no es que sea ni buena ni mala, es que ya te imaginas de que va sólo por el título, y ojo que no defrauda, es justo lo que esperabas, ni más ni menos. Eso sí, cada uno espera lo suyo y vamos que si se cumple…). pudieron observar la sociedad de la que he hablado por activa y por pasiva en muchos artículos, la generación de Peter Pan (eternamente niños). La cosa no iría a más si este fenómeno sólo se diera en EE.UU. porque ya se sabe que determinadas cosas sólo ocurren en América (bueno, América es muy grande, es un continente y por lo que se ve tanto en el Sur como en Centroamérica, como en el Norte, casi se podría aplicar lo mismo). A “sólo ocurre en…” le sigue de cerca España, pero eso da para otro artículo porque lo que pasa aquí casi que no pasa en América y mira que el continente es grande y hay especímenes políticos y sociales para todos los gustos.
Volviendo a los niños grandes como fenómeno mundial que no exclusivo de América, este año por motivos profesionales he visitado muchos centros de mecánica rápida de FEU VERT y cuál ha sido mi sorpresa al ver el Toro de Osborne, los Simpson y hasta la mismísima Hello Kitty en alfombrillas, fundas protectoras de volantes, fundas protectoras de cinturones, portaobjetos de salpicadero, cortinillas, ambientadotes, etc. En fin, que la marca marca estilo y diferencia, y hay muchos más niños grandes de los que parece.
El mundo de Peter Pan es de las marcas “chulas” y “diver”, es el mundo de los nombres propios y ¿quiénes son los Peter Pan de ahora? Evidentemente, los que tienen/emos cincuenta y cinco años, no los de 5+5, sino 55 seguidos como cincuenta y cinco soles.
Los padres que vieron la bruja novata en cines (bueno “los que vimos”, que aunque mis hijas no se lo crean yo también fui niño) también hemos visto Monstruos S.A. y nos ha gustado (la verdad ante todo). Además, en nuestra adolescencia también vimos Karate Kid, y casi seguro que veremos el nuevo Karate Kid 2010 y será fácil que también nos guste. Y es que ni crecemos ni queremos crecer, ya Peter Pan sabía de qué iba el tema.
Apostar por el futuro
Cuando éramos niños no habían las cosas que hay hoy y ahora no estamos dispuestos a perdérnoslas por el hecho de haber crecido, sólo necesitamos que los juegos sean XL (bueno, algunos necesitaríamos XXL) y que nos den la oportunidad de probarlo; y allá que vamos, es como en el programa de El Hormiguero, muchos se apuntarían a las tonterías de pruebas que se hacen y es que ser niño es divertido.
Las marcas licenciadas son, como su nombre indica, licencias, pero licencias que nos damos los mayores, es decir, la toalla de playa de Bob Esponja no la usaremos (bueno, usarla con unos veinte años es una quedada y con cincuenta una vergüenza), pero si se tienen niños pequeños, no se les niega; es más, si la vemos, les animamos a comprarla porque verla en la playa extendida o colgada en la barandilla es “chulo”.
En mi casa (y les describo 50, 50, 22, 21 años, padres y dos hijas), a la que nos descuidamos estamos viendo por la noche los dibujos animados de Bob Esponja, porque entre que son simpáticos y que la programación de los otros canales ayudan a animarte a sintonizarlo, además de que el mando lo controlan mis hijas, en fin…, pues eso, a la que te descuidas Bob Esponja que te crió.
Apostar por las licencias es apostar por el futuro, pero no todos los canales tienen a su disposición licencias. Hay muchos canales de distribución susceptibles de venderlas que ni tienen distribución directa para comprarlos ni tienen productos que se adecuen a su segmento de cliente y mercado, y lo que no tiene marca no se puede pronunciar.
El mercado de las licencias debería acercarse a más públicos. Las licencias deberían banalizarse (socializarse ajustando algo más sus precios). De ese modo, los segmentos de Peter Pan tendríamos más posibilidades de seguir siendo niños grandes sin las excusas de tener que pasar por los pequeños. Además, nuestros hijos quinceañeros y veinteañeros nos comprarían cosas para nuestros cumples y en los días del…, e incluso nosotros nos animaríamos a comprarnos y a regalarnos cosas. La frontera entre ser adulto y eternamente niño es la marca, y esa frontera, si el objeto se adapta a nuestra edad, la cruzamos con facilidad.
Así que ánimo y a por los niños grandes. Ojo y también hay que mejorar lo de los peques, peques, peques, que saliendo del Mickey, la originalidad de los fabricantes da para muy poco más, y de verdad, tenemos canales dispuestos a comercializar los productos de peque, peques, peques, y de grandes, grandes, grandes, y como dicen en Galicia: demanda y canales “habeilos, hailos”, y nosotros seríamos los primeros en apuntarnos a ello.
Víctor Valencia
Gerente de neutralpuericultura y de Entorno&Estrategia
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