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Los riesgos de internet y la nueva economía

Emili Alsina, director, Ediciones Just

14/04/2014

Internet presenta muchas oportunidades. Desde luego. Pero todavía son más visibles los riesgos, al menos para la mayoría de las empresas. No se trata sólo de que hay negocios tradicionales que están perdiendo una fuente de ingresos, como la música, el cine o el mundo editorial, por ejemplo, sino también que la cadena de producción de valor está cambiando en muchos sectores.

Pongamos el ejemplo de Facebook, la red social de referencia: esta compañía es, después de Google, la página web con más visitas del mundo. Es decir, sería la segunda empresa virtual más importante. De hecho, Facebook tiene una facturación similar a la de LEGO, la segunda juguetera por volumen de negocio: 4.000 millones de dólares la danesa y unos 3.700, la red social. Pero LEGO emplea a diez veces más personas: unas 10.000 frente al millar de Facebook.

Desde luego, son empresas muy diferentes: una elabora juguetes de plástico y necesita fábricas y empleados en esas plantas, mientras que la segunda ofrece un producto virtual para el que no son necesarios ciertos procesos de producción.

Pero esa no es la única diferencia: los clientes de LEGO (o de Mattel, o de Coca-Cola) son las personas que usan sus productos, es decir, los niños que montan sus juguetes y los padres que los regalan. En el caso de Facebook, los usuarios creemos ser también clientes, pero no es cierto.

Por un lado, somos producto: Facebook vende la información de sus miembros a las empresas anunciantes. Con la información que nosotros proporcionamos a cambio de estar en contacto con amigos y familiares, la red social puede vender paquetes de consumidores a las empresas que compran espacio publicitario en la web. ¿Una compañía quiere dirigirse a barceloneses de entre 35 y 50 años? Facebook puede proporcionar esa audiencia.

Y por otro lado, también somos empleados: proporcionamos contenidos a las redes sociales, dando valor a estos medios y propiciando su crecimiento. Y lo hacemos gratis.

Este es el principal riesgo de internet: muchas empresas crean valor gracias sobre todo a sus usuarios, que ni siquiera son clientes, sino producto, por lo que no se deben a nosotros, sino a sus anunciantes. Facebook crece gracias a vender nuestros datos y difundir nuestros contenidos, y nosotros no vemos ni siquiera una pequeña comisión por nuestro esfuerzo.

Esto no es del todo nuevo: también vemos la televisión o escuchamos la radio gratis a cambio de ver y oír anuncios. Pero hay dos diferencias: primero y como ya hemos comentado, no sólo somos público sino que también somos los autores de los contenidos. Y segundo, que este modelo de negocio se está extendiendo a todos los ámbitos. No sólo a los que siempre han sido en mayor o menor medida intangibles, como los contenidos, sino a cualquier producto susceptible de digitalizarse: películas, música, juegos, fotografía, el retail...

Es decir, internet puede ayudarnos a crecer, pero por el camino se van a perder (se están perdiendo) empresas y empleos. Y no porque estas empresas no estén intentando adaptarse, sino porque para muchas será imposible hacerlo. De hecho y aunque suene paradójico, las compañías que tendrán la transición más fácil serán precisamente las que en apariencia están más anticuadas: es decir, aquellas que venden productos físicos. De momento, nadie puede descargarse una muñeca. Hasta que se popularicen las impresoras en 3D, claro.

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